En 2023, la economía mexicana superó las expectativas de crecimiento, impulsada por el sector externo, la inversión extranjera y un aumento en la masa salarial real. La inflación se desaceleró a lo largo del año debido a ajustes alcistas en las tasas de interés. Además, el peso se apreció, respaldado por mayores exportaciones, remesas récord y la recuperación del turismo. La inversión del nearshoring también contribuyó al crecimiento. Sin embargo, para 2024, existen riesgos que podrían afectar el crecimiento económico. Factores como la baja productividad, el deterioro en la educación (según el Informe PISA) y la baja asignación de recursos a la ciencia y tecnología podrían perjudicar la capacidad productiva a largo plazo. Además, se prevé una desaceleración vinculada a un menor dinamismo en la industria estadounidense debido a políticas monetarias más restrictivas. La inflación experimentó un repunte en la primera quincena de diciembre, alcanzando el 4.46% anual. Los aumentos salariales, sin un aumento correspondiente en la productividad, ejercieron presión sobre los precios, especialmente en los servicios. Se pronostica un riesgo adicional para 2024 debido al déficit fiscal propuesto, que podría aumentar de 3.9% a 5.4% del PIB. La deuda de México, que se estima en un 52.7% del PIB en 2023, podría aumentar aún más en 2024. El año 2024 es electoral tanto en Estados Unidos como en México, y el aumento del déficit fiscal en México podría tener motivaciones electorales. Se espera que la política monetaria sea más acomodaticia en línea con la tendencia bajista de la inflación, aunque posiblemente con recortes de tasas menores que en Estados Unidos. A pesar de estos desafíos, se espera que la economía siga expandiéndose en 2024, aunque a un ritmo más moderado. Fuente: Forbes